25 de julio de 2012

El concurso del Parque de la arboleda en Almazán, Soria.

 

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En 1991, estaba trabajando en Segovia, para el arquitecto Angel Egido Martín. El generosamente me había hecho un contrato de trabajo para poder legalizar mi “residencia” en España.

Un día trajo las bases de un concurso, el del Parque de la Arboleda de la pequeña ciudad de Almazán en la provincia de Soria.

Una fría mañana de primavera nos encaminamos hacia allí para hacer un reconocimiento del terreno. Se trataba de un extenso parque a orillas del río Duero, que presentaba una característica, su inundabilidad con las crecientes de primavera.

Luego de la visita y de leer las bases del concurso, me pareció que una buena idea era la de crear una isla separándola del resto del parque por un canal y un pequeño lago interior que mediante exclusas pudiera servir como aliviador de las inundaciones periódicas del río Duero.

El programa se organizaría desde una plaza de encuentro marcando tres áreas diferenciadas una deportiva y otra de estancia como merenderos y paseos,  y la  isla ecológica en que se albergarían actividades culturales, con un anfiteatro de cara al río y  el telón de  fondo de las murallas de la ciudad. También un invernadero y jardín botánico complementaban la propuesta de la isla.

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La propuesta también consistía en generar un nuevo acceso peatonal desde los pies de la muralla , atravesando el río con un ligero puente que conectaría con el eje vertebrador del proyecto.escanear0190

 

 

 

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Ese año en el estudio de Angel trabajábamos varias personas y formamos para el concurso un equipo formidable, Agustín, con sus inefables canciones de José Luis Perales, era quien dominaba la banda sonora de fondo, Begoña, una joven estudiante y voluntaria de Cruz Roja, trabajaba como auxiliar administrativa, pero pasó muchas horas rotulando, Jose siempre con su buen humor nos traía los últimos chistes que se contaban en la Base (es militar). Yo casi recién llegado me compré una caja de lápices acuarelables Derwent, que todavía conservo, y me apliqué a darle color al proyecto, en una técnica que ya utilizaba en tiempos de la Facultad. Recuerdo también, que un fin de semana tuvimos la visita de Daniel González, arquitecto de Tucumán, argentino casi recién llegado como yo y nos dió una mano con el anfiteatro.

Finalmente después de muchas horas de trabajo llegamos a tiempo (siempre falta tiempo en los concursos) y lo presentamos.

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Al cabo de algunas semanas tuvimos una buena noticia, habíamos ganado el 2º premio.

24 de mayo de 2012

La vivienda de Toño y Marina

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En el verano de 1998, Toño (mi médico de cabecera) me trajo un bocetito a modo de programa, para que le dijera cuánto costaba hacerse una casa, en el pueblo donde estaban viviendo: Otero de Herreros (Segovia).

Otero de Herreros es para mi un paisaje muy querido, en 1991, hice un trabajo fotográfico sobre los parajes rurales condenados por la especulación inmobiliaria, donde encontré bellas imágenes como las de arriba.

Pero la localización de esta vivienda estaba del otro lado de la carretera de Madrid, en la Av. de la Estación, en una gran finca de 5000 m2 cuyo dueño era su suegro. Este generosamente les cedía una porción de unos 600 m2 para que pudieran construirse la casa.

La finca tenía algunos árboles muy interesantes y un abeto protagonista del espacio.

Nuestra amistad ya databa de antes compartiendo buenos momentos en su casa o en la finca de la Ermita de Otero, ese compartir, esa amistad forjada, nos sirvió para poder abordar el proyecto con mas soltura y tras algunas charlas que dieron como resultado un proyecto de una vivienda articulada en dos volúmenes, uno que albergaba la zona más pública de la casa y otro la zona privada, ambos  en torno al abeto.

Cuando formalizaron el encargo Toño y Marina tenían dos hijos, querían una vivienda que pudiera adaptarse a el posible crecimiento de la familia, ya que les encantaba la idea de una familia con varios hijos, también querían una casa con materiales nobles, madera, suelos de gres, un rincón de fuego y mucha luz. En el programa había que prever la incorporación de un piano de cola ya que Marina es profesora de música. En cuanto a las características formales de la vivienda estaban abiertos a lo que les propusiera, preferían los volúmenes sencillos, pero integrados con el entorno natural de la parcela.

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Los niños tuvieron a su alcance una maqueta que hicimos en el estudio, con la que jugaron e imaginaron su vida en esa casa, lamentablemente no quedan fotografías de esa maqueta. El proyecto lo fue dibujando Angel, y para enero de 1999 teníamos ya el proyecto de ejecución terminado.
 
La obra se empezó hacia el fin del verano de ese año y se entregó en el invierno del año siguiente. Durante el transcurso de la obra Marina estaba embarazada de otro niño, lo que iba completando las plazas de dormitorio disponibles. ( La vivienda quedó preparada para una posible ampliación del volumen de dormitorios a partir de la escalera que comunica con la planta alta.)
 
Toño y Marina forman una pareja entrañable, sus hijos y mi hijo mayor conservan una amistad que proviene de esa época. Años después de la obra hemos disfrutado de cumpleaños y barbacoas en su jardín, y siempre que los veo me comentan lo felices que son en esa casa, cómo disfrutan del espacio, y sin darse cuenta cómo les ha canbiado la vida.
 
 
                                 
 
 
Al año de vivir en la casa Marina tuvo su cuarto hijo, una niña.
 
 
Juan C. Gargiulo, Basardilla 24 de mayo de 2012.
 
 
 
PLANOS Y FOTOGRAFIAS
 

Nota: Esta casa ha sido el germen de otras viviendas que variando la tipología han sido “hijas” o parientes de ésta.

5 de mayo de 2012

La casa de la calle Olleros

En 1989, trabajando para el Programa Cultural en Barrios, en el Centro Cultural Chacarita, tuvimos la feliz idea de organizar una Fiesta de Carnaval en el barrio. En el proyecto anidaba la intención de contactar y revitalizar viejas murgas de Chacarita-Colegiales que habían caído en el olvido después de tantos años de prohibiciones y desmontaje del tejido de la cultura popular.  En la idea colaborábamos distintas personas, entre otras, Analau Blejer (alma mater), Jorge Pinasco, que era la “Historia Viva” del barrio, Lili Gioia, artista plástica, con la propuesta de un mural murguero, y más personas del entorno, cada uno con su propuesta de trabajo.
La cuestión es que la fiesta la pensábamos localizar en la vereda de la casa que os presento en el dibujo. Con todo organizado , los propietarios del edificio se negaron a autorizarnos el uso de su fachada como telón de fondo y su vereda como escenario del festival. (Creo que no nos veían dignos de su edificio, o quizá leían en nuestra actitud cierta locura contagiosa). Pero como la capacidad de improvisación era un sello del Centro Cultural Chacarita, la trasladamos a la esquina de Olleros y Av. Forest, a pocos metros de la casa, donde hay una pequeña plazoleta, se cortó el tráfico de la calle Olleros colocamos un pequeño escenario y se hizo la fiesta. Para nuestra sorpresa aparecieron dos viejos murgueros que amenizaron la fiesta espontáneamente y que nos dieron la punta del ovillo para tirar de la historia del Carnaval del Barrio.
El dibujito fue el motivo para el cartel de convocatoria a la fiesta, pintado en el reverso de otro cartel de publicidad. Un único cartel que desde el escaparate del Centro Cultural anunciaba la fiesta. Este dibujo, se lo regalé a Analau como recuerdo de esos tiempos. Hace un par de años de visita en su casa lo vi en un cuadrito y lo fotografié. Testimonio de una época de escacez de recursos materiales pero de una creatividad y generosidad de espíritu plenas.
Basardilla, 5 de mayo de 2012.

24 de marzo de 2012

Cuaderno de apuntes 1995.

 

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En Semana Santa de 1995 alquilamos un pequeño apartamento en Cabo de Gata, Almería. Esa primera visita sería el inicio de una serie de viajes por ese Parque Natural. Viajes que me descubrieron una naturaleza y una tierra que siempre me conmueven.

Fuimos con Horacio, que todavía no había cumplido su primer año. Un cuaderno de notas, unos crayones Caran D`ache, que todavía conservo, una lapicera de cartucho con tinta negra, un lápiz 3b y un pincel. Los hice a la hora de la siesta, o muy temprano por la mañana.

Los dibujos los encontré el viernes pasado en una caja entre libretas y cuadernos de obra.

30 de julio de 2011

30 años del fin de carrera y del inicio en el oficio

 

La semana pasada se han cumplido 30 años de que mi amigo Pablo Ahumada y yo, presentáramos nuestro trabajo de Diseño V ( fin de carrera para los amigos españoles) en la entonces Facultad de Arquitectura y Urbanismo  de la Universidad de Buenos Aires.  

Nos conocimos en el curso de ingreso (tríptico) de 1975 y desde ese momento fuimos inseparables compañeros que compartimos todos los cursos de Diseño de la carrera. Incluso llegamos a trabajar juntos en el estudio de arquitectura de Sergio Cano, que había sido  profesor nuestro en Diseño III. 

En 1981, nos debíamos el trabajo en equipo como cierre de la carrera e inicio de algo nuevo.

Nos apuntamos juntos en el Taller  de Diseño V del arquitecto Jorge Feferbaum.

El proyecto de fin de carrera era la remodelación del área urbana de Tigre, con un programa amplio de intervenciones puntuales que transformarían el área urbana, que no tenía resuelta su integración con el río y múltiples conflictos de circulación. El Tigre un barrio del Conurbano Bonaerense con tradición turística y de deportes náuticos como antaño de producción fruti-hortícola y de madera, que al momento estaban en declive o casi extinguidas, y que formaba parte de los recuerdos de la infancia, los paseos en lanchas colectivas, los “Recreos de los Sindicatos”, el Mercado de Frutos y las señoriales casonas en decadencia.

La cuestión que Pablo y yo formamos el equipo básico al cual se adhirió Graciela Landini,compañera circunstancial de Diseño V.

El desarrollo del curso fue entre marzo y julio de 1981 con clases matinales casi todos los días de la semana, mientras por las tardes nos reuníamos en mi casa, a trabajar en las propuestas para el proyecto. Lamento mucho no conservar todos esos dibujos que eran realmente algo mucho más rico que los planos acabados que presentamos en  “La Entrega”.   Eran dibujos a color, sobre papel de calco de escaso gramaje que a fuerza de dibujar y redibujar eran una maraña de trazos bellos; recuerdo unos dibujitos a color intenso de rotulador, que representaban a las viviendas que proponíamos, como una versión de la tipología de vivienda isleña, pero adaptada a la situación urbana, con patios sucesivos que organizaban las distintas estancias de la vivienda, a manera de una casa “chorizo”. Un tema al que he  vuelto cuando ayudé  a otros compañeros, en otro proyecto de  Diseño V del área de La Boca.

En el taller de la FAU, donde cursábamos Diseño V, había otro equipo con quien debatíamos mucho en las correcciones de los trabajos e incluso teníamos una visión completamente enfrentada del proyecto urbano. El equipo lo lideraba un compañero llamado Carlos Aldorino, a quien encontré años después mientras tuve el privilegio de trabajar en uno de los retos profesionales mas interesantes y de mayor aprendizaje, él se desempeñaba como diseñador de una empresa de carpintería metálica que se encargó del desarrollo de la c.m. de la obra : La vivienda de la calle Enrique Martínez 545, en el barrio de Colegiales proyectada por Julio Ladizesky, pero eso es otra historia.

El contexto político estudiantil de la FAU de ese año se resumía en la instauración del arancel universitario por parte del gobierno de la UBA, bajo el control férreo de la dictadura. Algo que se vivía como un inicio de protesta y rebelión contra el arancelamiento de la Universidad y por elevación contra el gobierno dictatorial, pero que en la base social del turno mañana de la FAU poco se traslucía. Todo estaba por llegar. Al año siguiente con la guerra de las Malvinas empezó la movilización ciudadana que nos llevaría a la democracia.

Pero volviendo a lo nuestro, los meses de trabajo pasaban y se acercaba el momento de “La Entrega” final, para ello  nos “internamos” a trabajar en un local que estaba en la calle 14 de julio, casi esquina  Alvarez Thomas. El marido de nuestra compañera de equipo, nos lo prestó por dos meses. Era un local con vidriera (escaparate) a la calle y todo azulejado, pues estaba preparado para alojar una carnicería o pescadería,  éramos sus primeros moradores.

El sitio no tenía calefacción, por lo que nos agenciamos una vieja estufa tipo Volcán con velas de material refractario y con un sistema que al bombear el combustible ( kerosén) este se gasificaba por el precalentamiento dentro de un tubo y así rendía toda su potencia calorífica. la estufa había pertenecido a mi abuelo y era parte de las  de casa. También tuvimos una alfombra  tipo persa que nos ayudaba a tener los pies mas o menos calientes, la misma que de chico azotábamos en el patio de casa para quitarle el polvo , para luego cubrirla con hojitas de té húmedas que barríamos y mágicamente volvía a su color original .

El problema era que al usar la estufa se generaba condensación en las paredes azulejadas y se nos desprendían los dibujos y planos que íbamos pegando, en las paredes, con “ cinta marrón” ( cinta de pintor).

También disponíamos de un viejo bar de barrio en la esquina de A. Thomas y 14 de julio, donde muchas veces almorzábamos. Recuerdo que el mozo (camarero) que nos atendía , al acercarse a nuestra mesa a tomar el pedido, nos preguntaba ¿ qué tal? , nosotros contestábamos rutinariamente que “bien”, y el nos retrucaba, “bien…. o te cuento” dejando picar la pelota en nuestro tejado.

Cerca en la encrucijada de Forest, Elcano y Alvarez Thomas había una rotisería  que vendía comida para llevar, entre ellas unas proverbiales empanadas para las noches cercanas a “La Entrega”. Recuerdo que mi abuela nos hizo, una tarde, un cargamento de “caramelos madrileños” ( guirlache), envueltos en papel manteca.

Otro tema era la comprensión-incomprensión de nuestras novias por la dedicación intensiva y casi exclusiva a “ La Entrega”, una difícil rival para ellas.

Para despejarnos un rato íbamos a dar una vuelta a la manzana o a la Plaza que está cerca, por 14 de julio. Años después cuando trabajaba en el Centro Cultural Chacarita, tuve la oportunidad de conocer a dos viejos murgueros que vivían junto a esa Plaza. (En aquella época de dictadura estaban prohibidos los festejos de Carnaval).  Murgueros que nos amenizaron una noche de Carnaval  (1989) en la plazoleta de av. Forest y Guevara, del barrio de Chacarita.

“La Entrega” avanzaba y devoraba todo nuestro tiempo, un rompecabezas era decidir la manera de presentación del trabajo, que sumaban mas de treinta planos, todos muy grandes. Habíamos trabajado con una gran cantidad de material, fotos , aerofotografías, planimetrías, fichas por manzana etc… había un plano en particular que era una “sabana”,por su tamaño, no cabía en nuestras mesas de dibujo y teníamos que ir desenrollando y enrollando para poder dibujar por partes, era el plano urbano de conjunto. Pero la forma de presentación en aquellos tiempos era una jugada difícil, por varias razones, se trabajaba con copias heliográficas, que eran bastante caras y no podíamos hacer demasiadas pruebas. Así que optamos por una técnica que conocíamos de los concursos en que habíamos participado en el estudio de Sergio Cano y Roberto Llumá.

La “cosa” era complicada, consistía mas o menos en esto: primero se dibujaban los planos a tinta en papel calco bueno ( 90 o 110 gr) , (para España papel vegetal 90 o 110 gr) . Luego se aplicaban , por el reverso, las tramas de Letraset para sombras etc, ya conocidas por sus resultados en las copias, y luego se preparaban unas “máscaras” recortando alrededor de lo dibujado, en calco berreta (papel de croquis español) que daban un sombreado-textura granulada a todo el fondo, resaltando lo dibujado. Las copias se podían tirar una vez porque las “máscaras” no soportaban mas pasadas por el rodillo de la máquina de copias heliográficas o sea que eran prácticamente copias únicas, con el consiguiente riesgo de meter la pata.

                         

Tengo que mencionar aquí a quienes nos ayudaron las últimas tardes y noches dibujando,  rotulando, poniendo tramas y recortando máscaras de los planos que salían del “horno”, los hoy arquitectos Sergio Radoszinsky, Juan Luis Mérega, María Silvia Loglio, Rogelio Visciglia, seguramente se me queda en el teclado alguien mas que no recuerdo. Todos aportaban sus horas y esfuerzo a “ La Entrega” como también nosotros habíamos participado en sus propias “Entregas” recientemente, algo que a los estudiantes nos unía por encima de todo.

Una mañana fría de invierno entregamos en la FAU nuestro trabajo, satisfechos de lo realizado. El 7 de agosto siguiente nos comunicaron las notas y con ello el fin de los estudios de la carrera. Yo luego seguí ocho años mas como docente de la FAU, pero nuestros destinos siguieron por diferentes caminos, aunque mantenemos nuestra entrañable amistad.

2 de julio de 2011

Remodelación del acceso al Jardín Botánico de Segovia

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A principios de 2010 Mariano Carabias  me llamó para colaborar con él en el diseño de una barandilla – mural para el acceso al Jardín Botánico de Segovia. El encargo se realizaba a través de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Segovia .
Juntos, Mariano y yo, elaboramos una propuesta volumétrica y constructiva para el espacio de acceso, formado en su origen por una gran escalinata con sendas rampas de fuerte pendiente a los lados.Este elemento de acceso  desemboca en un semicírculo de zahorra natural con bancos de ladrillo y árboles jóvenes, un peral y un magnolio. La escalinata de 8 mts de ancho requería de un elemento que sirviera como apoyo para los visitantes que accedían al recinto y también como elemento singular decorativo que diera mayor sentido al lugar. 
Mariano desarrolló la propuesta artística con gres de Nava, barro castellano por excelencia dándole contenido al tema mural con el título “ entre dos árboles”. Hacia principios del verano del mismo año la construimos con Ricardo y Tomás, albañiles de Polonia que han demostrado un oficio muy fino.

Finalizada la obra, a mi entender, el mural ya construido  era un elemento singular, destacado, pero solitario en el espacio, un lugar que se derramaba hacia los lados sin nada que lo contuviera, que lo enmarcara, salvo unos parterres que se adornan en primavera con flores de la estación.
Surgió entonces una propuesta complementaria, crear dos fuentes escultóricas a los lados de la barandilla – mural, que contuvieran al paseante y lo invitaran a ingresar en el recinto del Jardín Botánico y de paso eliminasen las peligrosas rampas que discurren junto a la escalinata.
Preparamos un pequeño proyecto complementario y a principios de 2011 lo presentamos al Ayuntamiento, a sabiendas que sería difícil de acometer dada la crisis económica que estamos atravesando. Leopoldo Yoldi y Felipe Arroyo, de Parques y Jardines recibieron bien la propuesta, pero no contaban con presupuesto para realizarlas este año.
Sin embargo al poco tiempo recibimos la noticia que podríamos realizar una de las fuentes , había una partida económica que se podía destinar a su ejecución, con un plazo exiguo, ya que para el verano deberíamos tenerla realizada.
Rápidamente elaboramos los planos de ajuste de la propuesta y en marzo Mariano se puso manos a la obra  primero con el desarrollo de la idea decorativa proponiendo  el tema de la “fuente de la vida”, y luego con la ejecución de las piezas cerámicas que lo constituyen. Ricardo y Tomas, los albañiles, estuvieron dispuestos y a finales de mayo de este año  comenzamos las obras, que finalmente entregamos el 21 de junio, día que empezó el presente verano.
Queda todavía pendiente la realización de la segunda fuente para completar el espacio y el reemplazo de las tabicas de la escalera que dado su mal estado proponemos reemplazarlas por piezas cerámicas decoradas del mismo gres con el que hemos realizado la barandilla – mural  y la fuente,  servirán para darle continuidad de color, textura y material al conjunto de las obras de este espacio.
También hemos planteado para la zona trasera de la fuente  una plantación arbustiva que enmarque la fuente y vele al entorno edificado. La propuesta vegetal se extiende a plantas flotantes para el vaso de la fuente.
Demás está decir de la sintonía del equipo que fuimos conformando sobre la marcha y en función de las necesidades del proyecto, agradezco aquí además a Leopoldo, Felipe de parques y Jardines y a Yolanda, la jardinera de este lugar emblemático de la ciudad que se encarga de mimar el Jardín Botánico y ,que a partir de ahora cuidará también de la fuente.
Lo curioso de esta experiencia es que a partir de un elemento singular como fue el primer encargo, su inclusión en el espacio modificó al mismo y requirió luego el repensar todo el lugar de acceso, para darle una nueva jerarquía y contenido que hasta ese momento carecía.

Ficha e imágenes del proyecto

2 de junio de 2011

La alternativa al aparcamiento del Paseo del Salón, Segovia.

 

 

En 1996  el área de Ecología, Medio ambiente y Política territorial de Izquierda Unida de Segovia me encargó el desarrollo de una propuesta alternativa a la  del gobierno municipal del Partido Popular, para el famoso aparcamiento de El Salón.

El trabajo tuvo su repercusión mediática. Quedó servida la lucha por evitar la destrucción de parte del patrimonio paisajístico de la ciudad. Una constante en IU de Segovia.

El tema vuelve a la palestra en las pasadas elecciones municipales, ya que el actual alcalde de Segovia (PSOE) ha rebautizado la propuesta como aparcamiento de Los Tilos.

Aquí os dejo la propuesta que elaboramos en su día, y que cobra plena vigencia ante esta nueva embestida contra el Patrimonio de la Humanidad  ( Segovia es ciudad Patrimonio por declaración de la UNESCO).

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21 de febrero de 2011

Terraza de verano

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Llegué a Madrid a finales de abril de 1990. traía en la maleta la ilusión de encontrar un lugar para trabajar como arquitecto. Esos primeros días fueron cruciales. La toma de contacto, las entrevistas, ir reconociendo poco a poco el terreno.

Una tarde lluviosa de primavera , por recomendación de mi hermano,  fui a visitar al arquitecto  Alejandro de la Sota en Madrid, buscando en su experiencia de antiguo profesor de la Escuela de Arquitectura, un consejo, una palabra que me orientara. Llegué a su estudio, encontré la puerta entreabierta, dudé un momento y entré, encontré allí al viejo profesor, caído en el suelo, lo ayudé a incorporarse y sentarse en su butaca, me agradeció con una mirada cálida de sus ojos claros a través de sus  lentes. Al instante llegó Juan, uno de sus hijos, fotógrafo amigo de mi hermano, preocupado por su padre, que se había escapado solo al estudio.

El estudio, un lugar soñado, mesas de dibujo con planos, rollos de dibujos, alguna maqueta, todo bañado con una luz suave del norte, y ese olor a papel de copias heliográficas que los arquitectos conocemos bien.

Alejandro de la Sota me dedicó casi una hora, nos tomamos un té y se dispuso mas bien a escucharme que a aconsejarme.

Pensándolo bien, seguramente ese fue el mejor consejo, prestar atención a tu interlocutor, escucharle.

Volví al refugio de La Granja, que era la buhardilla de mi hermano donde me había acogido. De la necesidad  interior de ir adaptándome, ir “escuchando” lo que el lugar tenía que contarme, surgieron una tarde  estos pequeños bocetos de una terraza para el verano, en la trasera del antiguo Hotel Europeo, vecino a la calle Verderones, que era donde vivía.

Fue como un ejercicio de “escuela” . Nunca lo presenté a nadie, se quedó guardado en mis carpetas, hasta que hoy me acordé de él, en la víspera de un viaje a Buenos Aires.

 

croquis Planta

8 de diciembre de 2010

Un refugio en la montaña

 

 

02 Quintanarejo 01 Laguna Negra Soria 010 Quintanarejo

03 Quintanarejo

En la primavera de 1998, Rita me llamó una mañana, entusiasmada con un posible encargo de una casita-refugio en la montaña de Soria, cerca del Puerto de Santa Inés. y la Laguna Negra .

Los propietarios de un pequeño pajar en Quintanarejo, ambos médicos de Madrid, querían un lugar para ellos, distanciado de la casa familiar que conservan a pocos metros y donde varias veces al año se reúne toda la familia.

Un pequeño programa para un espacio muy limitado, pero donde lo importante eran las vistas al entorno, la intimidad  dotar a la vivienda de la luz de mediodía y poniente. Un buen fuego para calentarse en los crudos inviernos de la montaña. Un lugar de sosiego para escapar de la vida urbana en Madrid.

Los materiales, elementales: madera y piedra del lugar. 

Un proyecto sencillo, pero una obra que se prolongó en el tiempo por los largos inviernos y por el ritmo de lo artesanal. 68 m2 de superficie útil para 88 m2 de superficie construida, denota la robustez de sus muros de carga perimetrales. Forjados y cubierta de madera, teja cerámica proveniente de derribos y piedra de la demolición del antiguo pajar, más la obtenida de otra pequeña construcción.

El albañil, Ildefonso Albina, de Duruelo de la Sierra, próximo a Vinuesa. Y una persona que no recuerdo su nombre, que durante la larga dirección de obra, nos recibía en su casa con un café caliente y unas pastas, y la amabilidad de su mirada.

Los viajes a Quintanarejo, pasando por Ayllón, Burgo de Osma, Abejar, Vinuesa, todo un entorno de arquitectura vernácula, pasando del barro, a la piedra, de los entramados de caña a la madera, de los aleros cortos mezquinos a los generosos, del clima más templado al más duro. De los colores rojizos al verde del bosque. De la meseta a la sierra.

Un refugio en la montaña, un refugio para una pareja de la madurez , para una segunda oportunidad.

 

FOTOGRAFÍAS Y PLANOS

29 de octubre de 2010

El edificio de la calle Escuderos 12

 

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En 1994 nació mi hijo mayor, Horacio, hasta ese momento trabajaba en casa, pero un día mi colaboradora habitual me contó que una amiga de una agencia de publicidad subalquilaba una parte importante de lo que había sido su oficina. Esta se ubicaba en el bajo de un edificio con patio del siglo XV, el acuerdo fue inmediato y trasladamos el estudio allí. Al poco tiempo se desocupó un piso en la 1º planta más espacioso y luminoso y llegamos a un nuevo acuerdo con la casera. El edificio está ubicado en la calle Escuderos, muy estrecha, que a pocos metros desemboca en la Plaza Mayor. En el edificio de enfrente existió en época anterior a los Reyes Católicos una de las sinagogas de Segovia. Por lo que es de presumir que esta casa fuera  de algún noble judío.

Ya en 1995 Pilar ( la casera) se acercó una mañana por el estudio para consultarnos la manera de recuperar algunas dependencias de los bajos del edificio que estaban sin uso desde hacía años: un local que había sido una pescadería, unos trasteros bajos que funcionaron como almacén de la pescadería y que estaba en mal estado, a su vez el acceso a la finca se hacía por la calle Escuderos, pero por un pasillo con una puerta a la calle, practicada ex profeso para dar lugar a la pescadería. También en los sótanos de la casa y con acceso desde el patio porticado, existen unos aljibes reutilizados como comedor de un buen y económico restaurante segoviano , la cueva de San Esteban , Lucio su propietario una persona afable y cálida. Lo cierto es que Pilar quería aggiornar su casa que lentamente acusaba deterioros, pero quería hacerlo con poco dinero. Después de recopilar datos históricos la convencimos que las obras que necesitaba el edificio básicamente eran  la rehabilitación de la cubierta del volumen anterior que da a la calle Escuderos, la recuperación de ese local que había sido pescadería como el verdadero portal de la casa ( cosa que había sido), eliminando el pasillo y reconstruyendo el paso original. También la fachada necesitaba una renovación total, estaba pintada desde hacía muchísimos años pero la suciedad , la humedad y ciertos desprendimientos del revoco la estaban estropeando del todo. Otras obras en el patio de restauración menor deberían ser incorporadas.

Hicimos el proyecto ( la teoría). Conseguimos una buena subvención de Cultura y Patrimonio de la Junta de Castilla y León , la licencia de obras y un constructor dispuesto a empezar.

La obra que acometimos primero fue la cubierta, aprovechando el buen tiempo. Al descubrir  sus tripas encontramos que la configuración de las habitaciones que cubría no era la original y que toda esa crujía había sido una habitación única y probablemente con un artesonado ya desaparecido, quedaban sólo algunas vigas originales en buen estado semejantes a algunas que están en dependencias de la Catedral de Segovia.

Continuamos luego con la reconstrucción del portal, derribando un tabique que separaba el pasillo de acceso al edificio con el local. A partir de ese momento la obra fue más quitar que poner ( aunque se repusieron o reinterpretaron elementos perdidos). Todos los días íbamos descubriendo elementos texturas, aparecieron los aparejos de ladrillo mudéjar, un hermoso tabique de entramado de madera y piedra, ventanas tapiadas, etc. Pero lo más interesante sucedió un día que Emilio ( personaje singular, ya volveré sobre él) el albañil, estaba realizando una renovación de los desagües del edificio y al picar un poco más profundo, la piqueta se le fue de las manos y desapareció tras el boquete abierto, cayó al agua. Sí  habíamos descubierto algo oculto. Inmediatamente nos dirigimos a una habitación en la que los peones estaban excavando para recuperar un poco de altura del local, e indiqué que escavaran junto al muro paralelo a la medianera y que era el límite con el portal, buscando a ciegas un acceso . A las dos horas una hermosa escalera de 5 peldaños altos moldeados en la roca caliza ( que es el sustrato de toda la ciudad amurallada) bajaban hacia una abertura tapiada, la entrada que buscábamos. La abrimos y una hermosa bóveda sostenía el suelo del portal, estaba con 50 cm de agua y cieno, provenientes de una avería del sistema de alcantarillado público. Tras gestiones en el Ayuntamiento se repararon las averías y en esa obra apareció un elemento,  disgregado, para mi valioso , una piedra labrada que servía para dar la cuota de agua correspondiente a la casa en la época, que discurría por allí uno de los ramales de agua que bajan hasta el Alcázar de Segovia y que proviene de las arquetas del Acueducto romano.

El aljibe formaba parte del sistema de recogida de aguas del edificio , ya que en el patio porticado existe un brocal seguramente medieval para agua de lluvia. este otro, el que descubrimos, se servía de agua del Acueducto.

La obra de restauración del aljibe no estaba prevista y no entraba en los presupuestos ahora, informamos a Cultura ,a su servicio de arqueología, ( hoy encumbrado delegado de la Junta en Segovia) con un dosier fotográfico y planos, que recibieron con beneplácito pero que nunca se dignaron conocer el hallazgo.  Lo que para nosotros excitaba nuestra sensibilidad ( a mi por venir del otro lado del Atlántico y haber estudiado la historia europea en los libros, y a Emilio y los otros albañiles quizá por amor a su profesión y por conocer la historia de su tierra) a los funcionarios parece que poco les interesó o por lo menos pasó a engrosar la pila de expedientes.

Mientras  finalizábamos la rehabilitación del portal acometimos la fachada, otra tarea de quitar en lugar de poner. La ventana que preveíamos en el lugar que ocupaba el acceso anterior debió resignarse, porque era necesario generar una ventilación del aljibe inferior, que evitara la formación de gases mientras no se utilizase. Oculto en la fachada apareció la plaquita de cerámica del número de la finca que fue restaurada y puesta en su lugar, desapareció el letrero de la pescadería y se rehicieron los revocos con mortero de cal y arena a la manera tradicional. Se mantuvo la puerta del local comercial por estar en buen estado y sólo la pintamos. La cornisa estaba revocada y pintada pero decidimos descubrir su fábrica de ladrillo de tejar .

Otras obras en el interior del patio consistieron en la reparación del emborrillado  y los bordillos del patio, también fábricas de ladrillo deterioradas por la humedad del aljibe, fueron restauradas. La escalera de madera fue reforzada en su estructura y los muros del patio así como los entramados de madera vista, fueron tratados con pinturas adecuadas, y que catorce años después conservan sus paramentos muy dignos.

Emilio el albañil trabajaba para la empresa que comenzó las obras, pero, al ir terminando el portal, el mal manejo del dinero por parte de los empresarios les obligó a dejar la obra y cesar a sus trabajadores. Pero Emilio, trabajador valioso, consiguió empleo en una empresa de restauraciones y rehabilitaciones y fue él, el que trajo al nuevo contratista para terminar las obras. Por las mañanas cuando Emilio estaba trabajando en el patio, yo abría el balcón silenciosamente, y así podía escuchar su melodiosa voz cantando canciones castellanas o coplas que para mi eran casi desconocidas, pero que formaban parte de su acervo popular. Años después me sorprendí gratamente al encontrarlo cantando en un coro de la ciudad.

En el estudio de la 1º planta trabajé unos cuantos años más hasta principios del 2001. Bastantes proyectos se desarrollaron allí, entre ellos la casa de la calle Juan Bravo ( ya publicada en este blog). Hasta tuve mi laboratorio fotográfico en un pequeño y estrecho trastero. Compartí un tiempo el despacho con un buen amigo y abogado, José Miguel.

Todos los días, por la mañana, al entrar por el portal, recorría con paso lento el patio porticado hasta llegar a la escalera que me llevaba al estudio, incluso los días de lluvia o nieve con sus detalles transformados admirando su clima que había trascendido el paso del tiempo.

Cada vez que paso por esa calle, si la puerta está abierta, entro un ratito, y entre los ecos de voces, miro hacia el cielo y en la 1º planta detrás de los visillos entreabiertos creo ver los planos de algún proyecto enchinchados en una pared.

 

FICHA Y FOTOGRAFÍAS